viernes, 24 de agosto de 2012

¡O Perra, mi perra!

"Aquí reposan los restos de una criatura que fue bella sin vanidad,
fuerte sin insolencia, valiente sin ferocidad
y tuvo todas las virtudes del hombre
y ninguno de sus defectos. Este elogio sería insignificante sobre cenizas humanas
"
Lord Byron.
Hoy, después de una casi semana de dolor, tomamos la dura decisión de sacrificar a la Negra, la mascota de la casa y miembro más de la familia. Un tumor mamario que tuvo por meses le comenzó a crecer con una rapidez que nadie habría imaginado, hasta que le impidió caminar, hacer sus necesidades y le quitó el apetito y la sed. Cuando ya notó que no podía mantenerse en sus patas traseras, tiritó durante horas y lloró conmigo.
 Al igual que en el caso de Ayudante de Santa, el perro de los Simpsons, mi perra tenía un nombre no oficial que sólo un miembro de la familia usaba: huesos en su caso, Perra en el propio. Ella era la sucesora espiritual de Perro, mi segundo perro y mi muy mejor amigo, allá por los tiempos en que iba en la básica. No me importaba que se estuviera quedando pelado, que fuera epiléptico y quiltro, para mi era el mejor perro de todos. Un día volví de mis vacaciones y me dijeron que se había perdido y nunca más llegó. Dos o un año después llegó la perra a nuestras vidas, chiquitita y llorona, recién destetada. Cresta... lo recuerdo todo. Once años que aún recuerdo... Recuerdo sus patitas blancas y su hociquito corto; ese día en que le cayó una banca en la pata por metiche; esa vez en que, ya grande, entró corriendo a la pieza y se me tiró a la cara mientras yo recién despertaba... hoy esos y más recuerdos se atropellaron en mi mente mientras veía sus ojos llorosos entrecerrarse y su pecho tensarse tras la última exhalación. Siempre creí que viviría los 15 años que dicen viven los perros, que llegaría a vieja en paz, descansando luego de pasar 11 años con la energía de un cachorro, recostada frente a mi y recibiendo mis caricias. Pensaba que su tumor anterior sería la última vez en que visitaría la sala de cirugías, que el tumor nuevo nunca haría metástasis, que sería mi compañera y receptora de cariño hasta que una mujer nos separe, como lo haría de mis amigos. Ahora descansa en mi patio, pero sin recibir más caricia que la del Gusano conquistador (nuestro soberano en la muerte, según Poe) y el abrazo de la tierra húmeda y la cal.
Hasta ahora solo he recordado lo bueno entre nosotros, y es justo recordar (en honor a su memoria) que no todo fue risas, alegría y escenas de película gringa. Muchas veces aullaba a las 5 de la mañana pidiendo salir a la calle, otras no paraba de llorar en toda la noche y se le acababa la cuerda recién cuando faltaba unas horas levantarme e a ir a clases; además, su miedo a los ruidos fuertes y de baja frecuencia la sacaban de sus cabales y rasguñaba la puerta o rompía las ventanas para esconderse en la casa. Claro, podía dejarla entrar, a cambio de que llene todo con su pelo (que siempre cambiaba) y muchas veces yo no tenía antialérgicos para parar el infierno que se armaba en mi nariz con su caspa. Como verán soy alérgico a los animales, pero no obstante me gustan y no puedo dejarlos de lado sólo por una irritación de mucosas. Habría estudiado veterinaria de no ser por mis notas... y porque no di la PSU ese año. En fin, la Perra no era un ejemplo de mamífero, pero su mala conducta (aunque casi inherente a todo los perros) me sirvió para mostrar, una vez más, una verdad que las películas suelen recordarnos: En ocasiones, cuando sus ladridos no paraban ni aunque le gritara, use violencia física contra ella. La pateaba, puñeteaba o agarraba a escobazos cada vez que sabía que los vecinos nos empapelaban a puteadas en sus casas por culpa de sus chillidos ultramolestos (ahora como extraño al menos un ladrido....). No hay duda de que la moraleja es una pregunta: ¿Quién es el verdadero animal en esos casos? Claro, ella hinchaba las pelotas como nadie, pero eran sus instintos contra mi violencia conciente. Por lo menos con el tiempo eso fue quedando atrás. Como ya se notaba su edad, quise que sus años dorados fueran de tranquilidad y relajo, tal como los imaginé alguna vez. Fue entonces cuando el tumor atacó con toda su fuerza y le drenó su apego a la vida. No podía verla postrada al suelo y mirándome a ratos a los ojos sin derramar una lágrima. Ahí recordé todo el mal que alguna vez le hice y ahora la perdería, sin tener la clara certeza de si me perdonó o no. Al menos un humano me daría la respuesta, pero ella nunca lo diría. Su mirada solo reflejaba el dolor que vivía y un grito ahogado de auxilio. Ese es mi karma por las cosas que hice.
 En lo demás llevó una buena vida, al menos en sus 11 años tuvo más logros que yo. Se perdió en año nuevo y (supongo) vivió alguna aventura de vuelta a casa; viajó de Coquimbo a Vallenar y viceversa; mató gatos y algunas veces se arrepintió por eso; se hizo conocida en todo el pasaje y hasta gente de afuera la conocía y le guardaba cierto cariño; desafió nuestra voluntad y dejó de ser virgen hace unos años, pero nunca pudo ser madre tras comerse a los pocos perritos que nacieron vivos. Creo que solo era uno. El resto quedó dentro suyo y pasó por primera vez a cirugía. Antes, cuando no era más que una perrita flaca, se enfermó del estómago y visitó a su primer veterinario.
 Con el Perro nunca pasó eso. A pesar de su epilepsia nunca lo llevamos a un veterinario, pero aún así se sobrepuso y se mantuvo con nosotros hasta ese oscuro día en que siguió a mi mamá al negocio y nunca más volvió. En cambio la perra era más delicada, y en su tierna infancia animal le prometimos darle la vida que nuestro perro nunca tuvo. Al menos se que no le fallamos.
 A cada línea que escribo más y más pensamientos pasan por mi afiebrada cabeza. Se que no sufrió, pero ¿habrá sentido que le ayudamos? ¿Tenía planes a futuro que nunca sabríamos? ¿Se habrá imaginado que su futuro sería el mismo que yo imaginé? Se que los perros no piensan como los humanos, que solo me hago una imagen antropomórfica de su psiquis, pero cuando a uno le pasa lo que hoy pasó la lógica pierde mucho sentido. Solo quedan las preguntas sobre cosas que nunca sabré, que moriré preguntándome. Lo único que espero es que sea lo que haya más allá de la muerte, sea un cielo, infierno o nada, me encuentre con ella otra vez.
 Es un horror saber que, cuando vuelva a tener trabajo (si algún considerado me contrata), nadie me recibirá ni tendré nadie con quien juguetear o un pelaje que acariciar para relajarme. Como dije, hasta extraño algún ladrido en el patio. Pero fue la última. No más animales. He perdido familiares y aún así la muerte de una mascota, de ese amigo que no habla pero que siempre te recibirá con alegría, sigue siendo un espectáculo lacrimoso. Habrá que compartir con los perros callejeros esos 10 kilos de comida que no alcanzó a terminar. No puedo verlos aquí; no quiero verlos aquí. Con solo ver su comida veo su cola bamboléandose... veo su plato sin tocar y a ella recostada al lado, tiritando por el frío que traía la sombra de la muerte...
¿Que nos lleva a tener perros, si ya no somos una sociedad cazadora? ¿Llenamos acaso el vacío de haber vivido 4000 años con un compañero de cacería al que nunca supimos darle las gracias? Nunca lo sabré, pero solo se que ya no quiero otro perro. Para un niño (y diría que hasta para un hombre) un perro es un amigo y su recuerdo nunca será reemplazado al comprar o al recibir otro. Prefiero que quede como el compañero animal más longevo que haya tenido, y con quien comparto los mejores y más frescos recuerdos. Con ella aprendí, indirectamente, lo rápido que pasa la vida y lo corta que es, la delgada línea que separa al hombre del animal y como el perro nunca perderá su lealtad sin importar lo pencaa que sea su amo. Como extrañaré tener a quien sacar a pasear a la quebrada o a la playa, y como lamentaré no haberlo vuelto a hacer mientras había tiempo. Al menos la muerte también deja su lección.
 Al cerrar estas líneas no puedo dejar de agradecer a aquellos amigos que, sin saber, supieron de todo esto mientras aún ocurría y mostraron su empatía, además de dar su ayuda. Mi perra, como buena amiga de la gente del pasaje, les habría agradecido de poder usar palabras. Y de poder usarlas me habría dicho si me perdonó... ¿lo hiciste?

No hay comentarios:

Publicar un comentario