miércoles, 11 de septiembre de 2013

Fotocopia gris del Edén

Hasta hoy, 11 de septiembre del 2013, llevo casi una semana sin internet por algún problema del módem. No se que mierda será, quizá mientras daba vueltas por las neuronas del pc o cuando cerraba procesos desconocidos para aligerar la carga de memoria metí la pata en algo, pero como sea los muy weétas del servicio técnico han estado tan ausentes como la alegría que nos prometieron hace más de 20 años. Hablando de eso (mentira, inserté sin querer una analogía relacionada con el contexto actual) llegamos al 11 po. 40 años de aquel grisáceo día 11 de septiembre del 1973. 40 años en que muchos no perdonan, muchos esperan justicia, muchos aun idolatran a sus caídos y otros estamos en medio de esta guerra de fecas entre miembros de la misma tribu de monos. No quiero decir que sea una víctima o un transeúnte sin opinión de esta polémica que estaba desde antes que yo y muchos lectores naciéramos, pero si me considero unos de esos que no estamos en ninguno de los bandos opositores en este duelo de derecha e izquierda.

 Tiremos algunos porotos en el camino para los amigos extranjeros que no saben bien que pasa sigan el camino y tengan una idea… bueno, a estas alturas sería difícil creer que alguien en Latinoamérica y América en general ignore  que pasó, pero pensar así sería medio ególatra, pues pregúntenle al chileno promedio que pasaba en esa misma época en Ecuador, Argentina o Bolivia y ni idea. Ya: Chile, los 70s; en medio del zeitgeist mundial del pacifismo, el giro en el sistema y el enorme cisma entre el yanqui occidente y el soviético oriente, en las noticias mundiales destaca el triunfo del primer presidente marxista elegido y es chileno; su nombre es Salvador Allende. Socialista en realidad, pero el séquito del que se rodeaba no era de la izquierda más recatada, mucho menos las políticas que más tarde adoptaría. Como buen comunacho, se destacó por implantar modelos sociales experimentales que podrían haber traído buenos resultados en teoría. En teoría. Fuera de los detalles políticos que no manejo muy bien debido a que he tenido que aprenderlos de manera autodidacta como muchos de nosotros a quienes nunca nos enseñaron este capítulo en la escuela, la cosa no se veía muy bien en las calles. Pregúntenle a cualquiera de sus familiares y, sin importar su inclinación política, les dirá que lo peor de todo fueron las colas, el racionamiento extremo y la inflación que estaba alcanzando el país. Obviamente bajo estas circunstancias al ciudadano de pie le importa una raja si todo dará frutos a futuro o si están siendo parte de algún cambio a nivel mundial, uno quiere comer y vivir tranquilo, sin tener que comerse a sus animales o temer que la bomba de tiempo en la que uno esta viviendo estalle. Porque la mecha estaba a punto de terminarse y los gringos pusieron el fuego para encenderla.
No podemos dejar de lado la ayuda de EEUU en lo que vendría. La CIA no veía con buenos ojos que un presidente rojo controle un país de su “querido” hijo del sur, el que tenía que entregarle frutas a bajo precio y nunca alejarse de su lado si no quería que le apretaran la cadena que llevaba en el cuello. Lamentablemente para ellos este hijo esclavo se había ido muy lejos y tuvo que apretar al punto de la asfixia, así que mientras la KGB mandaba su apoyo y AK-47s, la CIA entrenaba-adoctrinaba por medio de la Escuela de las Américas a los futuros perros guardianes del mañana; todo esto lejos del ojo trabajador del ciudadano que viaja en micro, obvio. El solo estaba ahí, viviendo.
 Para el beneplácito de varios, las fuerzas armadas se convierten en el avatar de las voces que gritaban “ya no más” y de los cacerolazos unidos de clase alta que se sentía asqueada de vivir en un país comunista y gente cansada de sectores varios, y lanzan la previa conocida como El Tancazo, que no da los frutos esperados. Ahora las cosas se ven feas para los que estaban al control de la nación, aliados, lamentablemente, con grupos que también arriesgaban la casi inexistente paz. Cuento corto, llega la mañana del 11 de septiembre y los flojos que seguían en la cama y vivían cerca del palacio de La Moneda se despiertan con los misilazos disparados por los Hawker-Hunter de la Fuerza Aérea. Una operación conjunta de Carabineros, Fuerza Aérea, Marina y Ejército se suena la nariz con la constitución y dice “no me vienen con weás, este weón se va o por la fuerza o por la fuerza”. No es que haya sido la última opción, es que le dieron el ultimátum pero no esperaron otra respuesta de Allende. En lo personal no creo que hubiera aceptado. Claro, la vía democrática tenía que prevalecer si o si, pero a estas alturas dudo que la democracia haya sido tan diferente como es ahora. Hay quien dice que Allende ni siquiera ganó legítimamente. Quizá por eso Merino, Pinochet, Ugarte y Leigh Guzmán no esperaron respuesta y soltaron tanques, infantería, helicópteros y marinos gays a las calles para detener cualquier contraofensiva. Ayer en una entrevista el infame Mamo Contreras dijo que justo detuvieron una potencial guerra civil. No es algo que sus participantes diga por primera vez, pero quería recordar algunas palabras de esa entrevista.  Solo recuerdo rodeos e insistencia en falacias.
Dentro de aquel hermoso edificio construido por Toesca cuando la nación aún era joven, quemado y dañado por las bombas, el ya ex presidente Allende se vuela los sesos después de dar su último discurso al pueblo y antes de que los militares entren al palacio. En el país empieza a quedar la cagada más grande que se haya visto desde, no se, la guerra civil en los tiempos de Balmaceda digo yo. Los altos oficiales antes mencionados toman posesión del país como Junta de gobierno, equiparándose Pinochet, cabeza representante de este grupo, con el prócer Bernardo O’Higgins y coronándose como salvador de la patria. Al ponerse los lentes negros icónicos con que fue retratado, detonó las bombas del campo minado que fragmentaría aún más el país. Digo aún más porque si se dan cuenta ya estaba fragmentado: los que apoyaban a Allende y los que no; la diferencia ahora es que los que no ahora tenían una voz gangosa que los representaba.  Eso encabronó a muchos y convirtió esto en un debate que desplazaría al clásico Blanco vs Azul, el clásico universitario y al clásico “¿que te gusta más, el pichi o la caca?”. De hecho esa frase de la película Gringuito siempre me ha gustado por la sutileza con que resume este debate, pero sobre eso más adelante.

Tenemos a Allende muerto y a Pinochet y compañía al mando, pero falta algo para que los nuevos payasos dueños del circo sean felices: eliminar a la oposición.  En un acto que en mi opinión parece hasta desesperado, comienza una eliminación sistemática de miembros de todos los partidos pertenecientes a la izquierda extrema y, con el tiempo, de todo el que tuviera relación con ellos. No digo que todos fueron asesinados, pero muchos no sobrevivieron a la tortura y otros simplemente no volvieron a su casa, quizá bajo el pretexto militar de que salieron a tomar o que tenían una amante… que les ponía electrodos en los genitales. Puede ser. Otros fueron asesinados sin más, puestos contra un paredón y rociados con plomo para que, no se, no piensen diferente. Convertido esto en guión  de película hollywoodense, sería como si los atléticos, en vez de simplemente torturar a los nerds, los detuvieran, acribillaran, arrojaran desde helicópteros e hicieran desaparecer los cuerpos de algunos simplemente porque eran diferentes y se negarían a ser como el resto. Claro que la vida no es muy parecida a una película (no tanto), pero la premisa es muy similar a lo que pasó, porque bajo la lógica de quienes defienden los actos cometidos del golpe hasta mitad de los 80, sería también totalmente comprensible y válido que asesinos entrenados por la KGB vengan a nuestro país y detengan a toda la gente del sector alto de Santiago o dueños de casonas en regiones, a miembros del difunto Patria y Libertad o a Patricia Maldonado y los torturaran, asesinaran y tiraran sus huesos a una fosa común, al desierto o a ningún lugar simplemente porque son de derecha. El crimen aquí fue ser diferente. En mi opinión, claro está. Mi opinión no es la verdad y con un poco de lógica creo que tampoco lo es la de quienes alegan autodefensa y amor a la patria. Ahora entiéndanme, lo mío no es una apología ni defensa del gobierno de Allende, porque si quitamos el sesgo ideológico a todo lo que nos cuentan siempre concluiremos lo mismo: el pueblo en verdad no lo estaba pasando tan bien como creían. Algunos si, no negaré que algún miembro de mi familia se habrá beneficiado incluso antes, en tiempos de la reforma agraria, y después cuando su partido llegó al poder, pero hay que pensar en los que no la pasan tan bien. Bajo el mismo juicio pensemos en los tiempos posteriores y tampoco podríamos defender los muertos que dejó el régimen militar, sobre cuyos cuerpos cimentó una nueva política y llenó la capital de edificios que, debido a un modelo económico extranjero, fueron quedando vacíos y saco al país del hoyo en que estaba para resbalarse un poco más y seguir pendiendo de alguna raíz saliente. Además no vendería mi libertad a decir lo que pienso sin miedo a que algún maricón sapo me venda a la DINA por una economía de Chicago Boys. Quizá poner valores intelectuales por sobre lo económico suene estúpido y poco práctico, pero si no me he destacado por ser precisamente brillante pues no me estoy saliendo de la regla. Por otra parte, no me gusta ver que mi familia sea arrastrada por las calles a un camión si no han robado ni matado a nadie. Quizá no vi aquello, quizá nunca alcancé a ver algo así, pues soy otro hijo más de la democracia, otro más que nació a finales del que esperamos sea el último período sangriento de nuestra historia, pero si tengo la historia sin añadiduras de mis familiares, que han renunciado a sus ideas políticas después de aquello y no tienen interferencia ideológica alguna a la hora de contarme lo que pasó. Bien, aún tienen algo, pero como buen ser humano tengo el don de discernir hasta donde influye la opinión y donde esta la carne, el meollo.
Hablando de eso, en las noticias han estado hablando mucho de los tiempos de la dictadura y todo, lo que me tiene un poco las pelotas hinchadas (literalmente, aunque lo literal lo culpo a mi soledad) pero un tema que me interesó fue la manera en que los profes de historia abordaban lo referente al golpe militar. Pronunciamiento o golpe. Dictadura o gobierno militar. Opinar o no. Lo encontré interesante porque tuvieron que pasar 40 años para saber que si hablaban de eso en los colegios, porque como ya dije a mi nunca me enseñaron aquello. Tampoco crecí con las historias de mi abuelo, que me vino a contar lo que pasó cuando ya era mayor de edad, lo que me sorprendió bastante, pero que ahora ya libre yo del sesgo de las facciones políticas puedo ver lo que hay detrás de todo. Gracias a eso puedo opinar que no es tan difícil que un profe enseñe sobre el golpe en su clase y puede hacerlo todo sin emitir opinión, menos frente a niños que son influenciables. ¿Golpe? Si, golpe militar, anticonstitucional y en cierta medida una respuesta al descontento de parte de la población. ¿Dictadura? Si, en mi opinión si aún cuando en un principio fueron 4 y con los años se dio la posibilidad de plebiscito, abriendo un poco las puertas a la democracia, pero ¿Qué es democracia? Al final los mismos de siempre siguen gobernando y en este caso no iba a ser diferente. Chucha, eso es opinión… bueno, un profe de historia pasó 4 o 6 años estudiando pedagogía, así que sabrá que hacer. En resumen, Allende fue elegido presidente, a algunos no le gusto su proceder con tinte comunista y el ejército, que recordemos tiene toda una instrucción prusiana y en Europa no toleran mucho hacer las cosas “con la mano izquierda” aunque hayan tintado algunas ideologías de socialismo, intervino con un golpe militar, deponiendo al gobierno anterior y tomando el poder por varios años hasta que la gente otra vez se cansó de ser el cabro chico del medio de la sala que recibe todos los papeles en medio de una lluvia de bolas de papel y dijo “No”, votando en un plebiscito que sacó a Pinochet del poder y puso a Aylwin (atención: opinión personal) que siguió con su labor mientras la gente creía que la alegría volvería. Claro está que la alegría prometida no tenía fecha, solo decían que ya venía, así que la Concertación aprovechó un vacío legal y le calentó la sopa a medio país. Obviamente, como profe, investigaría más sobre lo que pasaba en el gobierno de Allende y en el de Pinocho para dar las dos versiones y lo que llevó a que pasara lo que pasó.

Algo que me ha emputecido todo este tiempo es la manera en que ambos personajes han sido elevados a la categoría de héroes por sus respectivos defensores o seguidores. Está bien, no todos deben ser unos iconoclastas, aunque sería lo ideal, pero ninguno de los dos salvó verdaderamente el país: es decir, uno se encargó de no maquillar muy bien la cara del país y el otro lo arregló un poquito con un tratamiento raro que aprovechó de matarle algunas células y acelerar el cáncer cutáneo que venía arrastrando. Si, mis analogías son rebuscadas pero me nacen fácil y las encuentro adecuadas, al fin y al cabo ninguno dejo presentable al país; el legado de ninguno ha ayudado a que seamos una sociedad perfecta o semi-perfecta; Pinochet no le habría dado un riñón a mi tía ni Allende haría el aseo en mi pieza. Ninguno de ellos haría nada por ustedes, todo lo que hicieron siempre beneficio a su propia clase, fueron versiones retorcidas del código mafioso en que el beneficio iba a sus propias familias y colaboradores.  Todos eran políticos, nadie tenía poderes, todos eran humanos, erraban y confiaban mucho o demasiado poco, tenían debilidades y robaban. Ambos. No nos hagamos los weones, no a estas alturas del partido. No con el país como está, que aunque no está mal tampoco está bien; poco a poco la gente pierde las cataratas de sus ojos y ve lo que hay detrás del sistema, y lo mejor es que son fachos y comunachos por igual. Todos ven las falencias, pero entre ambos siempre se culparán. Siempre. Esto no terminará aquí ni en otros 40 años más. O quizá en cuarenta años si, pues serán necesarias varias generaciones que crezcan sabiendo que el enemigo no somos nosotros y que todo ha sido culpa de la clase política, de que ellos fueron quienes nos pusieron enemigos y nos dijeron “el no piensa como tú, no te juntes con esa chusma”. Ellos deberían estar para llevar a cabo nuestro sueño de sociedad estable, no para enriquecer al rico, empobrecer al pobre ni mucho menos fomentar la pobreza del pobre. Ellos deberían estar en las calles viendo como vive el ciudadano común, sintiendo su tristeza e impotencia para remediarla y no solo estando ahí en la alegría de fiestas patrias ni en la algarabía contaminante y desperdiciadora de celulosa de la temporada de elecciones. Pero personalmente no creo que algún día dejemos de ser votos para ellos, contribuyentes, mano de obra. Nunca. ¿Para qué? ¿Qué gana? Veámoslo con sus ojos, veamos como los políticos y veámonos a nosotros mismos sin preocupaciones, deudas ni patrones (aún cuando sus jefes sean 17 millones que podrían despedirlos) y notaremos que es rico vivir así, uno se acostumbraría. Por eso, por el simple hecho de que son hombres, son humanos, son carne, hueso y algo que algunos llaman alma, que dudo que cambien. Siempre ha sido así y la cosa tampoco será acostumbrarse. Hay que seguir pataleando y seguir pidiendo que todo cambie, aún cuando no sirva de nada. Al fin y al cabo todos nacemos y morimos, pero aun así no pensamos que solo por eso no vale la pena vivir, ¿no? Espero que al menos esta diferencia entre “Allende” y “Pinochet” desaparezca y ambos bandos vean que al fin y al cabo los engendros a los que seguían nunca fueron verdaderos salvadores, ni el que llevaba eso como nombre ni el que se proclamó tal.
Ahora, con respecto a nuestro derecho y necesidad de patalear, también salta a la palestra lo de las protestas de los últimos años. Por un tema de empatía, nunca he defendido a los encapuchados, de hecho mi lado paranoico me dice que algunos de ellos son infiltrados de otros grupos, pero mi otra parte también anhela estar entre ellos dejando la cagá. ¿A quién no le gustaría soltar esa rabia que ha guardado toda su vida? Imaginar que ese semáforo es tu jefe, que en esa banca está el tipo que no te contrató porque no tienes experiencia, que ese auto es del tipo que no te otorgó la ficha de protección social pero si se la dio a su pariente que tiene tele con antena y otra casa en el barrio alto. Hay tanta weá por la cual desquitarse, pero uno ve las noticias y solo ve pendejos en las calles. Cabros chicos que no tienen por que cresta romper una vitrina o botar las persianas de negocios chicos. De empresas más grandes tampoco, por muy coludidas que estén. Dentro no encontrarán al jefe ni al ejecutivo, ahí solo hay trabajadores que salen temprano de sus casas sin tener en su lista de tareas perder la pega por destrozos en el local. No es por dar ideas, pero en el barrio empresarial podrían ver que se cuece. En cuanto a las fechas, todos sabemos que hoy serán inevitables las barricadas, las molotov, los tiroteos, las lacrimógenas y el guanaco. Ya sabemos que hordas de menores de 20 saldrán a las calles a atacar a los pacos porque sus hermanos mayores o padres lo hicieron. Una tradición en la que nadie gana nada y sus participantes no tienen cresta idea de que están haciendo. Si no fueran una jauría de imbéciles con espíritu pseudovengativo, un periodista podría acercarse a uno de ellos y preguntarle por que tira balazos con la hechiza a los carabineros, corriendo el riesgo de llegarle a la gente que se esconde en sus casas esperando que esta vez no les toque a ellos perder alguien este 11, y el muy wea no sabría dar una explicación. “Todos lo hacían y yo quería ser popular” sería lo único “aceptable”. Quizá perdieron un abuelo, un tío, un amigo del amigo de la mamá y este rajón de Pinochet se fue sin ser sentenciado y varios militares alegaron estar bajo órdenes, pero crear tu pequeño frente “revolucionario” sin ideas de revolución o un simple momento de flaiterismo solo crea más división en un país con una unidad familiar es estado tan crítico como el de la familia Cyrus. Además crea más polémica en los que estamos en contra de la violación de derechos humanos, pero estamos hartos de vivir bajo la pistola hechiza del flaite. Eso mismo hace que algunos invoquen el nombre del general y que otros los protejan como simples víctimas. Ok, serán muy víctimas de un sistema educacional deficiente (malos valores familiares, en mi opinión, siempre es la familia) pero no porque son pobrecitos cadáveres vivientes dejados por el sistema voy a aguantar que el muy care raja no quiera dejar de ser un criminal, se sienta orgulloso de ello y con todo su orgullo y pachorra saque un machete frente a mi para que le entregue plata que no tengo pero que creyó que tengo porque no hablo como él. Mentiría si dijera que todos ellos son pobres, no, acabemos con ese estigma hacía los pobres. Ser pobre no te convierte automáticamente en ladrón, asaltante ni asesino. Conozco mucha gente que no podrá tener altos recursos económicos pero ha salido adelante y ha sacado a su familia adelante con trabajo honesto, así que la pobreza no es motivo para caer en el neoprén ni la pasta ni cogotear a quien se atraviese. Además, flaite tampoco es un denotativo social, no de clase al menos. Al decir “flaite” no digo “pobre”, digo “criminal”, “ladrón”. Hay flaites en cualquier escalón social, sobre todo en clase media y mucho más en clase alta, pero esos se conocen como ladrones de cuello y corbata. Toda una cuestión semántica. Algunos los llaman políticos y su modo de robar sin armas les sienta más cómodo, pero en lo que a mi concierne todos ellos son ladrones. Por otra parte, decir que es discriminación  que uno pueda reconocer a un flaite por como habla es ser llorón y llamar a todos racista o clasista, porque en verdad eso te puede salvar la vida. De no ser por eso dudo que aún conserve mi piel libre de tajos cuando esos weones de hablar rancio salieron corriendo detrás de mí y de un compañero de trabajo, cuchillo en mano, y creo que a varios lectores también le habrá servido para salir de más de un apuro. Es el análogo humano de detectar peligro, así como un ave sabe que un gusano es venenoso por sus colores. Simple sobrevivencia, compañeros. En resumen, respecto a lo de la delincuencia, aka flaites, no pesquen, son mis pensamientos y solo deseo trabajos forzados para los reincidentes. No tortura, no desapariciones, solo que devuelvan a la sociedad lo que quisieron tomar de gente honesta. Ídem para políticos y empresarios facinerosos, que solo van a sus cárceles de mínima seguridad para tomar vacaciones y compartir en el sauna con otros gnomos de Zurich. Todos deberían recibir la misma pena. O mejor aún, la justicia debería funcionar de verdad, desoxidar sus engranes y arrancar la máquina, en vez de ser una serie de humor negro poco eficiente y mucho menos humorística.
Veo que me desvié un poco del tema, pero eso sirvió para algo. Llamo a la unidad nacional, a dejar nuestras diferencias políticas y todo, pero sin embargo me doy cuenta que hay un tope en mi pensamiento y son grupillos criminales que algunos defienden y otros critican-atacan. Versión de bolsillo de la dicotomía “pinochetistas-allendistas”. La diferencia es que los crímenes que se cometieron en dictadura fueron impulsados por diferencias ideológicas, en cambio hablar en contra de los “flaites” no tiene carga ideológica, mucho menos social como algunos quisieran creer, pues no se ataca a un solo grupo social. Recuerden, Flaite no es sinónimo de pobre. Pero esto apunta a una sola parte: abandonemos esas diferencias, esas personas no harían nada por nosotros. Solo pidamos mejor educación, educación igual para todo por demás, y para la gente en las casas ENSEÑENLE a sus hijos a ser ciudadanos. ¿Acaso en esta fecha siguen las peleas de Ibañistas y Alessandristas o todas esas peleas entre partidarios de distintos presidentes a lo largo de la historia? El tiempo se encargará de borrar todo eso, pero podría ser antes si ponemos a trabajar un poco la sesera, el sentido común y la desesperanza, que nos obliga a pensar que nadie, ningún político, arriesgaría el pellejo por nosotros ni valdría la pena dedicarle la devoción que ninguna persona merece. Salvo los artistas, claro.  No, ni ellos, siempre se pasan a caca. Al fin y al cabo, todos son humanos, falibles, carne, hueso, pulgares oponibles y algo que algunos llaman alma.

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