Está bélico todo. La tensión política me tiene chato, la gente no colabora mucho con ese panorama oscuro, el mundo se hunde por la moralidad ambigua de la extrema derecha y la irracionalidad de la extrema izquierda y los zelotes mierdosos de ambos bandos (está ese círculo raro [o triskelion, quizás] en que los narcos le hacen la cama a la derecha, la derecha le hace la cama a los narcos y la izquierda le hace la cama a narcos y la derecha), la pega está más pesada que la chucha con el miedo del desabastecimiento de diciembre (están en los últimos días para encargar cosas al exterior y que les lleguen a tiempo) y los bots no dan pausa. O sea, no molestan, no hacen nada, solo alteran las estadísticas, pero me da paja que las cosas no sean como antes. En todo caso, ¿de qué me quejo si volví a un pueblo fantasma de esos que siempre tuvieron visitantes transitorios, como esos pueblos abandonados donde la gente va a volarse y garchar en sus casas derruidas? Desgasté mi despedida y bienvenida y los bots tomaron control. Como en la política. Como en las mentes de muchos. Pero al menos, entre todas esas visitas falsas, hay gente real de países que pueden leer y entender esta shit y que ASUMO descargarán aún música. Si no es así da igual, sigo haciendo lo que quiero.
Pero no es tarea mía filosofar. O sea, sí, si lo será, pero quienes impartan la pauta serán 4 niñas de Fremont, Gringolandia. Y la máquina del tiempo bloggera, que debuta con nuevo condensador de flujo que... pedimos prestada de unos amigos de Dulce, Nuevo México, nos posiciona en 1968, en el apogeo de los hippies y todas esas imagenes temporales culias que hice en el post pasado que me ahorraré. Afírmense, porque lo que leerán es raro. Si conocen la historia, cierren el hocico y descarguen el disco.
Se nota como la pinta influenció en la escena indie noventera |
En este pueblo de New Hampshire, mahoma unos 20 años atrás (especulando, porque viajar más al pasado ocuparía mucha más energía y sé que el plutonio en 2021 se consigue en cualquier farmacia, pero en 1968 es medio difícil) una señora de apellido Wiggin toma la mano de su hijo Austin y le regala un poco de las videncias de la quiromancia. Le dice que conocerá a una chiquilla con un hermoso cabello rubio rojizo con la que se casaría, que vendrían dos nietas que ella no alcanzaría a conocer y que sus hijas conocerían la fama con su banda musical. "Jeepers, mother!" dijo el pequeño Austin, posiblemente enfocado en un fetiche con las rubias recien descubierto.
Ya en los 60, siendo Austin un paterfamilias tradicional norteamericano, con botella de leche en su puerta y que encontraba graciosos a Los Picapiedras, tuvo una epifanía. Quizás mientras leía el diario y defendía a "ese maldito hijo de perra de Johnson" por llevar la democracia a los paganos adoradores de la luna del Sudeste Asiático, recordó las palabras de su madre y notó que su esposa tenía una glamorosa cabellera rubia rojiza y que su señora madre había muerto antes de ver nacer a sus últimas dos niñas (después de una camada de otros cuatro regordetes hijos 100% yanquis saludadores de la bandera). Solo faltaba la última profecía. En la tierra del Destino Manifiesto, el suyo ya estaba ad portas de manifestarse.
Una tarde, las niñas vuelven del colegio y Austin les dice "hijas, dejen de perder el tiempo en el colegio. Les compre estos instrumentos. Toquen." Y efectivamente las retiró del colegio, les pagó unas clases por correo y el resto del tiempo lo invirtió en guiarlas por el sendero de la música, tanto con cursos como con la vieja técnica del "agarra la weá y toca lo que salga". Las niñas (Dorothy "Dot", Helen, Rachel y Betty Wiggin) nunca tuvieron un interés genuino en ser artistas musicales, sus hermanos tampoco en ser roadies, pero su papá si tenía un sueño que cumplir. Se los contó y quizás no lo entendieron, pero miremos alrededor y recordemos que son fines de los 60, no es que los niños tengan mucho que alegar, menos si son mujeres. Siempre me pregunto donde estabá la mamá en todo esto pero, otra vez, son los 60. Así que, a fin de entrenarlas para el estrellato, cada sábado papá Wiggins llevaba a las hermanas a tocar en el ayuntamiento de Fremont y, entre pifias y las risas de algunos niños conocidos, fueron fortaleciendo su confianza en su progreso. Quizás porque no había más retroalimentación que la del papá, que las motivaba con amorosos "esta weá no para" "no importa, sigue tocando aunque te pifiaste en cada acorde" y "siga cantando Christell, ¿no quiere decepcionar a sus amiguitos? Cante la de Barney". Desde entonces, la banda es conocida como The Shaggs, en referencia a sus chascas impeinables.
Entonces la máquina del tiempo para en 1968. Sí, tenía un poco de uranio de los libios, que weá. Las pequeñas Shaggs ahora son mayores de edad, pero como siguen siendo los 60 (y antecediendo a Britney) el papá hace lo que quiere y decide que es hora de saltar al estrellato. La última profecía está por cumplirse. El séptimo sello se ha roto en un estudio de Revere, Massachusetts. Austin Wiggin les exige debutar con un Long Play y graban durante un día completo lo que vendría a ser "Philosophy of the World". Las niñas no querían, no les interesaba, pero no podían hacer mucho contra el tiranosáurico Austin más que pescar sus instrumentos y equivocarse sin querer. Pero Austin no cachaba nada, así que le pareció que estaba quedando la raja. "Está filete", pensó cuando tuvo el acetato con las canciones en sus manos. "Se imprime, o como chucha digan en la industria musical". Por su parte, las Shaggs no querían más guerra, estaban cansadas de tocar mil veces lo mismo e intentar recordar qué habían tocado.
Todos sabemos que la industria disquera está podrida desde adentro. Lo está ahora (solo miren lo que pasó con John Zorn y el sello que se lo cagó) y ya lo estaba entonces. El pergüetano que distribuiría las copias del disco desapareció con 900 de las mil copias, lo que dejó al persistente Austin con 100 copias que distribuyó en distintas radios, donde ninguna le dio bola. Y bien persistente era el viejo, porque de puro picado hizo que las niñas volvieran al estudio a grabar más canciones. Todo por el bien de sus hijas, decía. Pero la paciencia se equipara a las arenas de un reloj y será inevitable que caiga el último grano. Así que Helen, la baterista, se fugó, se casó, pero volvió a los días sin decir ni pío al respecto, hasta que alguien la sapeó y su padre la mandó a vivir con su marido. De paso la echó cagando de la banda. Para entonces eso ya daba igual. Cada vez tocaban menos y, para cuando Austin le permitió volver a Helen, la banda ya volvía a ser un proyecto de garage.
Es el 1975, cuando Austin muere, que las Shaggs se disuelven y consiguen una vida propia. Pasados los años, ahora que volvimos a este horrible siglo, las Shaggs sobrevivientes (Helen trascendió de plano en 2006) recuerdan esos años con cariño. Claro, su padre era como las weas y seguía una quimera sacada literalmente de la palma de la mano, pero lo que más les sorprende es que la última profecía se cumpliera. Sí, se hicieron famosas: hoy son conocidas en todo el mundo artístico como "la peor banda del mundo".
La versión más aceptada es que las Shaggs pasaron al acervo musical under cuando Frank Zappa, famoso compositor raro, guitarrista avant-garde y vocero conservador en lo social y político, aunque enemigo de la censura y las viejas gritonas, presentó algunas canciones en el programa del Doctor Demento (enemigo mortal de Bart) y confesó que amaba lo que escuchaba. Poco a poco, más músicos dieron su parecer, unos muy positivos y otros muy destructivos, pero el disco reeditado más de una vez no dejó indiferente a nadie. Siento que llega a ser comparable con el monstruoso Trout Mask Replica de Captain Beefheart (posteado en este blog, aunque no sé si sigue vivo el link), pero las diferencias son claras. Aunque ese trabajo caótico de Don Van Vliet y compañía (Zappa incluido) tiene toda una intención de ser inescuchable y causar una alienación intensa a la primera escucha, con acordes disonantes, melodías entrecruzadas y ritmos rotos, sigue viniendo de un músico bien entrenado, que sabía lo que estaba haciendo y usó la intención primal del arte que es causar una reacción. Por otro lado, las Shaggs eran niñas mal comandadas y mal guiadas que pensaban que estaban tocando bien, en cuyos oídos las cosas tenían sentido y de verdad habrán sido convencidas de tener talento. Nadie les pidió sincronizar los tiempos, afinar la voz, tocar si quiera algo coherente, pero se defendieron como pudieron y creyeron salvarse. En estricto rigor, hay honestidad de parte de ellas. No son el Capitán Corazóndecarne tocando cualquier weá y cantando cualquier weá, son cuatro niñas diciéndose "si, va bien". Y esa honestidad cruda, esa música en su estado más primitivo, carente de toda estructura del canon occidental, es la que muchos artistas (y yo) han aprendido a valorar. Pero si hablamos de teoría, según uno de los loquetes de NRBQ (una banda que ha cantado más de un par de canciones en Los Simpsons) dijo que la estructura "composicional" era similar a la de las piezas de Ornette Coleman. Y no lo encuentro muy tirao de las mechas, en verdad. Afinen un poquito esa guitarra, quizás darle un poco de sentido a algunos acordes, sincronizar las bases rítmicas y las melódicas pero tocando lo mismo que tocan y de más que tienen free jazz. O quizás dejarlo tal cual está y podrían tener el folk más primitivo, ese interpretado por quien tuviera el instrumento y la historia para contar, sin mayores nociones que el "laissez faire, laissez passer" de las manos.
Una de las mejores cosas que le encuentro son las letras. Son muy de adolescente, se nota que muchas las escribieron ellas. En lo superficial se ven simplonas, como los poemas que tenía más de un lector y su servidor en algún cuaderno viejo o archivo oculto de word y que releerlo ahora les avergonzaría a niveles suicidas. La canción que da nombre al disco abre con dilemas tan sencillos como, muchas veces, ciertos: "la gente rica quiere lo que los pobres tienen y la gente pobre quiere lo que los ricos tienen" y sigue así con flacos y gordos, chicos y altos, cabros chicos con cabros grandes, pero el corolario del coro es que "no puedes complacer a todos en este mundo". Palabras ciertas, casi obvias, pero ustedes no las cantaron a los 18 años. Además, para añadir la filosofía a la temática de la canción, no se diferencia mucho del concepto de Dukkha del budismo, que establece que el sufrimiento es provocado por el deseo de tener lo que no se tiene y ser lo que no se es, que incluso una vez alcanzado solo conllevará a mayor deseo por todo aquello que está fuera de nuestras manos. Claro que si hablamos de filosofía, dudo que Marx concuerde con lo de los ricos queriendo lo de los pobres, a menos que se hable de su empleo como mano de obra a fin de seguir amasando capital a desmedro de la clase trabajadora, que sí deseará lo que tiene el rico. Por su parte, San Agustín podría aceptar que, si el rico quiere algo del pobre, es esa falta de miedo a la pérdida que siente este ante la riqueza material que se siente obligado a mantener, descuidando con ello la vigilia por su vida espiritual. Lo bacán de todo es que, entre todo este amasijo de encrucijadas morales, cada niña toca la weá que le planta la raja. La batería tiene unos rellenos cargados de emoción al final de cada coro, pero la guitarra lanza acordes atrasados que resuenan como gatos y sitaras. La bajista yo cacho que solo tocaba dos notas porque no sabía que weá pasaba.
"That Little Sports Car" es otro ejemplo de canción adolescente, muy en la onda de los Beach Boys con sus temas rockeros sobre autos rápidos y todos riendo adentro. Pero la guitarra weón, la guitarra ¿que hace? Y la batería da tumbos a mitad de canción. Se nota que ya estaban cansada en esa sesión maratónica que vimos en el cronoviaje. Y las últimas líneas son cantadas con tanto desgano que fácilmente podrían preceder a Patti Smith en la presencia femenina en el punk. "Who are Parents?" tiene toda la pinta de ser algo escrito por Austin. Hay una línea que lo delata: "Algunos niños piensan que sus padres son crueles/porque les hacen obedecer ciertas reglas". Además es la más pajeada de las canciones, todo desgano, casi afinado, como una balada indie low-fi cualquiera. Pero el intro alocado de batería de "My Pal Foot Foot" nos llena de alegría y risa con una cancioncilla desafinada sobre un gato que se va de casa a cada rato y que Dot pide que vuelva. Es triste, pero las niñas yendo pa todos lados no ayudan a mantener el ambiente.
No quiero comentar cada canción, pero weón, escuchen el intro de "My Companion". Conchemimare que maravilla, es casi terrorífica. Y "Things I Wonder" intenta ser una canción de corazón roto, pero la interpretación es tan pal pico que casi se equipara al colapso mental del rompimiento. Nada tiene sentido, las sinapsis se disparan como chispas en una alambre electrificado golpeado por mil ramas en un huracán. Pero "Why Do I Feel?" parece ser la más directa, adolescente y "mejor ejecutada" de las canciones de dolor amatorio, con esa pregunta que todos nos hacemos siempre: "¿Por qué me siento como me siento? ¿Por qué hago las cosas que hago? A veces me preocupo por ninguna weada/ A veces la vida es bacán/Cuando la vida da un vuelco al otro lado/Intento pensar en algo feliz". Todos nos hemos sentido así. Todos hemos tomado la guitarra sin saber tocar algo y tocado y cantado cualquier weá. Esto es pura niñez y adolescencia y falta de talento musical comprimido y reproducido en formato acústico. Y claro, como son niñas blancas en los 60, tienen una canción canuta que no comentaré pa no dar la cacha.
The Shaggs son todo un viaje. Son una experiencia de vida. Puedes haber pasado toda tu vida escuchando a Debussy, Satie, Glass y Vasks, hablar sobre y conocer la belleza, por ende juzgar lo que no es hermoso en la estética musical occidental, pero si no has conocido la contraparte no aprecias de verdad el esplendor de la belleza. Además, es muy diferente juzgar la música contemporánea radial que es, en efecto, una involución preescolar de la armonía de los canones estéticos en todos sus aspectos, a escuchar esta verdadera pieza de arte naïf musical, desprovisto de intenciones ulteriores revolucionarias ni de ofensa. Creo firmemente en que el contexto de la obra y el subtexto del artista determinan la calidad o el valor de culto de estos. Por ejemplo, los dibujos infantiles a lapiz escripto de Daniel Johnston son solo eso hasta que conocemos su vida, su carrera, su condición mental, y entonces son una revelación de creatividad novedosa, ajena a lo que estamos habituados. No hay un trasfondo destacable ni una declaración intelectual detrás del por qué Bad Bunny canta como el pico, de por qué su música es plana, aunque intente disfrazarla detrás de algunas capas melódicas, no tiene una raison de etre detrás de su voz, no es un paciente psiquiátrico con toda la intención de querer hacer algo en el mundo del arte. Por eso, pasados los años, solo la nostalgia lo sostendrá. Será malo como intérprete, pero no se podrá rescatar por el valor de culto que ha sacado a flote a películas olvidadas, muchas veces muy malas, pero que tienen una importancia estética o una historia extraña detrás de cámaras. A las Shaggs las sostiene una historia rara. También son una de las pocas bandas de arrastre amplio en los círculos under que son genuinamente malas, una ruptura de lo tradicional y el buen gusto. No está la intención intelectual que usé antes como ejemplo, pero si son casi primeras en lo suyo y lo vuelve meritorio. Y hoy son recordadas de buena y mala manera por ello.
Como sea, ya saben como soy, si suelen venir por acá. Improviso en la marcha. Quizás me arrepienta de algo. Muy probable que no. Pero si de algo no me voy a arrepentir es de darles la oportunidad a los que nunca las han escuchado a que lo hagan. Considérenlo un favor, de esos que no se agradecen.